En el primer aniversario del inicio de las protestas de Hong Kong en favor de la democracia, Tommy Cheung, estudiante de 21 años de la Universidad China de Hong Kong que participó en la organización de las protestas, reflexiona sobre los extraordinarios sucesos del año pasado, la función que desempeñaron los jóvenes y el futuro que se abre ante Hong Kong.
Un año después de Occupy Hong Kong, aún me resulta difícil regresar a la zona de las protestas, en el centro de Hong Kong. Nuestros recuerdos, nuestra historia, están aquí. Sin embargo, la trayectoria que han seguido los movimientos democráticos en otros lugares nos dice que rara vez se obtiene la victoria en la primera batalla.
En estos días soy más pesimista acerca del poder de las protestas por sí solas para lograr un cambio, pero mantengo todo mi optimismo respecto al futuro de Hong Kong. Tengo fe en la gente de Hong Kong, aunque no lo tenga en nuestros líderes. Hay un cambio de mentalidad, una determinación de preservar la autonomía de nuestra ciudad, de defender nuestras libertades y el Estado de derecho. Los jóvenes sienten que deben actuar para impedir que Pekín interfiera aún más en los asuntos de Hong Kong.
Aunque la lucha por una auténtica democracia en Hong Kong aún continúa, podemos consolarnos con el hecho de que la propuesta de Pekín de elegir al gobierno de Hong Kong en 2017 fue finalmente derrotada cuando nuestra cámara legislativa la sometió a votación en junio. Aquello fue una victoria para todos los que participaron en el Movimiento de los Paraguas.
Se trató de un movimiento sin precedentes. Por primera vez, miles de personas de Hong Kong participaron en un acto de desobediencia civil. Cuando los estudiantes de todo el país iniciaron el boicot a las aulas, de una semana de duración, en protesta contra la propuesta de Pekín, jamás imaginé que los hechos se desarrollarían como lo hicieron.
El primer domingo [28 de septiembre de 2014] hubo un estallido de pánico y rabia cuando la policía trató de despejar las calles disparando decenas de rondas de gas lacrimógeno. La mayoría de nosotros jamás habíamos experimentado aquel escozor en los ojos, ni sabíamos cómo protegernos. Mi reacción instintiva fue correr.
Desde Occupy, muchos jóvenes ya no confían en la policía. Consideran que está al servicio del gobierno, más que al de la población. No podíamos creer que utilizaran semejante fuerza contra una protesta mayoritariamente pacífica. La gente utilizaba paraguas para protegerse de los pulverizadores de pimienta y los golpes de porra, y de ahí tomó el movimiento su nombre.
Los jóvenes que participaban tenían menos miedo que los miembros de la generación mayor, para quienes el derramamiento de sangre de la represión de 1989 en Tiananmen, Pekín, estaba aún muy vivo. A mi generación no la acechan los fantasmas de aquellos recuerdos.
La policía intenta disolver las protestas de Hong Kong en favor de la democracia. © Lucas Schifres
Bailar al ritmo de Pekín
temor auténtico a que se desplegara al Ejército Popular de Liberación para despejar las calles.
Cuando el gobierno inició las conversaciones con nosotros a finales de octubre, no nos ofreció ninguna rama de olivo.
Me sentía abatido y frustrado, pero seguimos buscando maneras de inyectar nueva energía al movimiento.
Los últimos días
las protestas se prolongaban sin que hubiera progresos.quienes participaron se enfrentaran a los golpes de la policía. Si pudiera cambiar una sola noche, sería esa.
resultó muy duro ver cómo detenían a mis amigos.Un año después, la mayoría aún tienen cargos pendientes.
Los jóvenes estudiantes que participaron en el Movimiento de los Paraguas confían en ganar batallas futuras sobre los derechos humanos y la democracia en Hong Kong. © AFP/Getty Images XAUME OLLEROS
Hacia delante
la necesidad de jugar a largo plazo. reforma de la Ley FundamentalDebemos vincularnos con otros movimientos sociales del mundo.
Movimiento de los ParaguasHemos inculcado en la próxima generación la creencia en los valores liberales y la democracia. Pekín jamás podrá arrebatarnos eso.